Las mujeres que viven en el asentamiento de American Alley buscan la estabilidad por medio del matrimonio mientras se ven obligadas a trabajar en los clubes de la zona. Pero no es nada fácil. La mayoría de las veces su situación es desesperada. En medio del egoísmo y la indiferencia, las que no encuentran pareja se sienten solas.
La película de Dong-Ryung Kim funciona a varios niveles. Como crítica social y política, como retrato de la soledad, y como denuncia de una situación insostenible. A pesar de la gravedad del tema que trata, este tipo de documentos rara vez consigue despertar algo más que una preocupación pasajera por los problemas del mundo. Estamos saturados por imágenes de denuncia. De modo que la película sólo alcanza su objetivo si nos prestamos a su juego. Todo depende de nuestra predisposición.
En un determinado momento, una de las chicas desnuda su corazón ante la cámara. Se siente sola y decide compartir sus emociones con quien le graba. Creo que este es uno de los momentos más duros de la cinta, cuando constatamos la falta de comunicación que sufre. Nunca muestra su dolor a los demás, pero no le importa compartirlo con el espectador. ¿Cómo puede alguien callarse ante quienes le rodean y mostrar todo su dolor a un extraño? Por otra parte, esta misma escena exige un debate sobre los límites de la representación. ¿Hasta qué punto se puede mostrar algo tan íntimo, tan personal?
La película se vuelve a proyectar el domingo a las 17:30 en Carlos III.
Fernando Asensio
La película de Dong-Ryung Kim funciona a varios niveles. Como crítica social y política, como retrato de la soledad, y como denuncia de una situación insostenible. A pesar de la gravedad del tema que trata, este tipo de documentos rara vez consigue despertar algo más que una preocupación pasajera por los problemas del mundo. Estamos saturados por imágenes de denuncia. De modo que la película sólo alcanza su objetivo si nos prestamos a su juego. Todo depende de nuestra predisposición.
En un determinado momento, una de las chicas desnuda su corazón ante la cámara. Se siente sola y decide compartir sus emociones con quien le graba. Creo que este es uno de los momentos más duros de la cinta, cuando constatamos la falta de comunicación que sufre. Nunca muestra su dolor a los demás, pero no le importa compartirlo con el espectador. ¿Cómo puede alguien callarse ante quienes le rodean y mostrar todo su dolor a un extraño? Por otra parte, esta misma escena exige un debate sobre los límites de la representación. ¿Hasta qué punto se puede mostrar algo tan íntimo, tan personal?
La película se vuelve a proyectar el domingo a las 17:30 en Carlos III.
Fernando Asensio
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