-¿Cómo surgió la idea de filmar Contactos y qué quería usted decir con esta película?
Yo desde muy joven quería ser director de cine. Hice varios cortos en súper 8 y uno en 16 mm, y luego intenté escribir un guión para hacer un largometraje, con dos amigos, Santos Zunzunegui y Javier Vega. Pero era una película que se planteaba como una película amateur, independiente, underground, al margen de la industria. Para poder hacer películas en España en la época de Franco había que reunir unos requisitos, la normativa era muy estricta. Había que estar titulado como director de cine y tener una productora. Un tema que nos interesaba era el de los militantes clandestinos. Queríamos contar la realidad de la militancia antifranquista al margen de la ley, algo que el cine industrial no podía tratar por temas de censura.
- En cierta ocasión comentó que lo que usted pretendía era "plantear al espectador provocadoramente la imagen directa de las dimensiones de la vida real, algo a lo que el cine suele renunciar para resultar más atractivo e interesante". ¿Es Contactos una película planteada contra el espectador? ¿Está renunciando el cine actual a su capacidad provocadora?
Sí, esa es la definición más clara de Contactos. Es una película que está planteada contra el placer del espectador. Las pelis están hechas para que el espectador disfrute. Luego a través de ese disfrute se le puede transmitir un contenido moral o político o del tipo que sea, pero siempre a través del disfrute. La idea era que la militancia clandestina era algo muy duro, antipático, que hacía la vida de los que la llevaban bastante incómoda. Al darle el tiempo real de las cosas, intentar no embellecer, no buscar que el montaje aligere, se colocaba al espectador en una posición parecida a la que tenían los personajes a la hora de vivir sus vidas. Hay que tener en cuenta que éramos muy jóvenes, yo tenía 22 años, así que es una película muy radical. Esa idea se hacía entonces en la crítica de cine de izquierdas, la idea de que la necesidad de complacer al público imposibilitaba al cine para hablar de cosas antipáticas. Yo ahora no lo veo exactamente así. Creo que a través de la emoción se produce una especie de catarsis y se puede hablar de cosas terribles sin necesidad de hacer películas contra el público. Pero en aquel momento lo creíamos así. Una influencia muy poderosas de Contactos es también Bertolt Brecht, y él decía que había que hacer un arte que no fuera emocionante, sino un arte que llevara al espectador a reflexionar. Pero, de todas formas, la compresión que teníamos de Brecht no era muy exacta, porque en él el placer del público es fundamental. Nos parecía interesante hacer algo que expusiera al espectador a lo que el cine nunca muestra, situaciones muy largas, sin ninguna progresión, sin montaje que las abrevie... Era una manera brutal y salvaje de mostrar que las pelis normalmente no dan la realidad en bruto, sino que ofrecen una visión muy estilizada y peinada por todos los elementos de la puesta en escena.
En cuanto a la capacidad provocadora del cine, yo creo que no se está renunciando. Lo que ha sucedido con el cine actual es que está muy diversificado. En el cine mudo y con la gran época del cine clásico, hacer películas era una actividad muy industrial y muy costosa. Así que no podía ser provocador porque era cine hecho con pretensiones económicas. Podía ser genial, podía ser sublime, como el de Chaplin o Hitchcock, pro no provocador. La idea de un cine provocador aparece en los años 60, cuando empiezan los cines marginales o el anticine. Hoy por hoy sigue estando Hollywood, pero también el cine oriental, el video arte... El panorama es tan inabarcable que nadie puede dar cuenta de todo lo que se hace. Yo me imagino que hay mucho cine con capacidad provocadora pero quizá no en la gran industria. Habría que buscar los “Contactos” del cine de hoy, que seguro que los hay.
- ¿Por qué dejó de hacer cine? ¿Abandonó usted a cine o el cine le abandonó a usted?
El cine me abandonó a mí. Yo dejé de hacer cine porque no encontraba dinero. Cuerpo a Cuerpo, no fue mal porque fue una peli muy barata y se amortizó más o menos, pero ya era imposible seguir por ese camino. Entonces escribí un guión ambientado en la Guerra Civil, una película que hubiera sido muy cara. Pilar Miró, que había llegado al Ministerio de Cultura, estaba intentando hacer películas más ambiciosas, más caras, con el objetivo de que el cine español tuviera más éxito. Pero tardé mucho en escribir ese guión y cuando lo terminé ya no estaba Pilar Miró en el ministerio y la política apoyaba ahora las pequeñas películas otra vez. Así que me di cuenta de que era imposible hacer cine confiando en adecuarse a la política ministerial de turno. Se me hizo imposible. Fue el cine el que me abandonó a mí.
-El director y crítico de cine Augusto M. Torres le ha incluido en su lista de directores españoles malditos (entendiendo por director maldito aquel que “hace buenas películas, pero que tiene problemas para encontrar productores o alcanzar el éxito del público”). ¿Está de acuerdo con esta calificación?
¡Yo quisiera ser absolutamente maldito si esta es la definición porque incluye hacer buenas películas! En la segunda parte entro del todo (directores que tienen problemas para encontrar productores o alcanzar el éxito de público), y en la primera, ojalá sea así. Contactos no buscaba el éxito de público pero Con Uñas y Dientes sí. No tuve ese éxito con el público, me convertí en un escéptico y luego ya desistí. No sé qué relación tengo yo con el público, pero es evidente que no nos entendemos muy bien. En cualquier caso, es muy difícil para el cine español tener éxito de público porque la distribución está en manos norteamericanas.
- Háblenos un poco de las dos películas que ha elegido para la sección “Heterodocsias. Rewind” del festival, y que ayudan a contextualizar su película. ¿Cuál fue su criterio de selección?
Jeanne Dielman es una película increíblemente cercana a Contactos porque está rodada de la misma manera. Es imposible que esté influida por Contactos porque es prácticamente seguro que Akerman no la ha visto. Pero se parece mucho. Presenta la imagen directa de las dimensiones de la vida real y también muestra las tareas domésticas de la protagonista y las muestra extensamente. Si tiene que fregar los platos hay una escena de 10 o 15 minutos fregando los platos. Es muy dura de ver. Además esta mujer se prostituye y en un momento dado mata a un hombre, pero esto casi no lo vemos. Hay como una especie de inversión de lo que hace el cine normalmente y eso es muy interesante. En Contactos la actividad clandestina de los protagonistas está dada como de refilón, aunque es cierto que en aquella época no podía hacerse de otra manera, porque nos hubieran metido a todos en la cárcel. En el caso de Dielman es una actitud estética para romper con la relación estándar de lo que hay que mostrar en una película, descubrir que lo que le ha llevado al crimen a esa mujer ha sido el tener una vida cotidiana tan terrible.
Invasión, de Hugo Santiago, es una película muy bella que escribió José Luis Borges, su único guión de cine. Y también trata sobre una especie de lucha clandestina. Es una peli muy abstracta, todo lo contrario que Contactos. Un grupo de hombres luchan clandestinamente contra una especie de invasión de seres extraños. Así que la idea de la lucha clandestina está en ambas aunque es exactamente al revés, en Invasión los militantes son superhéroes, es una historia muy heroíca. En Contactos son unos pobres desgraciados. La relación con Invasión es más bien antagónica, es el “anti-Contactos”, pero parte de un núcleo básico común, la lucha en secreto.
- Usted se dedica a hablar y pensar sobre cine. ¿Qué piensa y qué tiene que decir sobre el cine que se hace hoy por hoy en España? ¿Y en Europa?
Yo no soy un gran experto en cine español y, además, mi relación con el cine español es mala. El cine que me abandonó a mí fue el cine español. Habiendo sido una persona expulsada no me gusta mucho estudiar el cine español porque tengo miedo de que el rencor influya en mi objetividad. Yo soy un partidario acérrimo de la objetividad. Me gusta acercar el estudio del cine a lo científico, a lo objetivo. Así que conozco mal el cine español. ¿Y el cine europeo? No está en un momento buenísimo. El cine más interesante que se hace ahora es en Asia, cierto cine de Taiwan, Corea...Incluso en Francia, que siempre tuvo una gran tradición cinematográfica, el cine que se hace ahora no tiene nada que ver con el cine que hacían hace 40 años. Y en Italia ha habido una especie de catástrofe. El cine italiano ha sido fundamental, pero en los años 70 el asesinato de Passolini y las muertes de Rosselini y Visconti significaron una especie de fin de cine italiano. Quedó Fellini pero era ya sólo él, una especie de monumento individual. El cine italiano no es ni una sombra lejana de lo que fue. Europa no está en su mejor momento casi en ningún terrero. Ahora es la hora de Asia. Allí se está haciendo un cine más vivo e inteligente.
- Su primera película (Las Ferias, 1966) fue un documental. Sin embargo, según tengo entendido, nunca le atrajo este género en particular, ¿por qué?
Las Ferias la hice yo solo. Mi padre me compró un súper 8, el primero que llegó a Santander, y era formidable. Entonces hice la película yo solo. Pero a mí me gustaba el cine que veía en las salas, y por eso siempre ha sido el cine de ficción el que me ha llamado la atención. Mi flechazo fue viendo Misión de Audaces, de John Ford. Yo no había cumplido los 12 años, me quedé fascinado y pensé que tenía que dedicarme a esto. Así que mi pasión por el cine ha sido muy temprana y una pasión de espectador. El documental es un género formidable y más accesible, pero la verdad es que nunca me ha atraído.
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