sábado, 16 de febrero de 2008

Chicas y mosquitos


Unas fotos en la ciudad de Sylvia y The mosquito problem and other stories.

Sala de proyecciones de Civican. Interior. Tarde-noche.
La peña siempre se apunta a los actos de inauguración. Luego, las pelis de la Sección Oficial que se las traguen los gafapastas, los jubiladicos o los críticos masocas (por cierto, ya he cazado a dos espectadores luchando contra los párpados). Pero las inaugurations son otra cosa. Hay azafatas, algún rostro conocido y mucho holaquétalcuántotiemposinverte. Y encima, tras el evento (horrible palabro), la organización se estira con canapés y vinito. Para que vean que el cine docu-minimal-underground no se riñe con la panza llena y el corrillo de chismes. Entre las mesas reptan fulanos pintorescos, con aspecto de haber nacido con una handycam bajo el brazo. Sólo faltaban por allí Arrabal y Jodorowsky hablando de patafísica
     Pero bueno, centrémonos. A eso de las 19.00 de ayer, cinéfilos y cinéfilas (o meros desquehacerados) empiezan a hacer cola para videar Unas fotos en la ciudad de Sylvia (España, 2007), una película muda, casera y en blanco y negro que José Luis Guerín rodó dos años antes de En la ciudad de Sylvia. A las 19.30, tras una presentación a cargo del sabio jefe de la tribu Carlos Muguiro, el film se proyectó con música en directo. Violín, travesera, violonchelo, clarinete y guitarra subrayaban los paisajes urbanos y bellos rostros femeninos captados por Guerín en ciudades como Estrasburgo o Florencia. El cineasta consigue que la sucesión de imágenes estáticas tengan sabor y no arranquen bostezos. El montaje crea tensión narrativa, deleitándose muchas veces en los detalles urbanos y las miradas de los transeúntes. Momentos embalsamados con la paciencia del objetivo. Los lentos encadenados transmiten la melancolía del artista, que suspira por el amor perdido. Porque de eso trata Unas fotos en la ciudad de Sylvia, de la persecución de la chica de sus sueños. Un argumento pueril, puede objetarse, más propio de un videoclip de James Blunt. Tal vez. Sí es cierto que el metraje es un poco excesivo y el lirismo corre el riesgo de coagularse en sirope adolescente. Pero vale la pena dedicar 70 minutos al experimento. Una vez, ojito. Dudo mucho que los asistentes ayer congregados recurran en el futuro a la mediateca para ver de nuevo la cinta de Guerín. Pero bienvenida sea al Festival, qué demonios.


Esta mañana he viajado al norte de Bulgaria. Y la cosa allí está jodida, por usar un término académico. Por lo menos en la ciudad de Belene, que es lo que me enseña el documental The mosquito problem and other stories (El problema del mosquito y otras historias, 2007), dirigido por Andrey Paounov. Allí, a orillas del Danubio, los honorables ciudadanos tienen que soportar la chapa de una colonia de mosquitos tocapelotas y la penosa situación económica que les consume desde la caída del comunismo. En 1990, el aborto de la construcción de una planta nuclear dejó miles de puestos de trabajo y esperanzas sepultados bajo un futuro vacío. Diecisiete años después, Belene sigue suspendida en el tiempo, intentando sobrevivir a su propio limbo. Paounov da un aire tragicómico a la historia. La cinta recopila trozos de vida de los habitantes, con sus comidas, sus trabajos, sus lágrimas, sus confesiones y sus silencios. Una mujer que aún siente el peso de su antiguo uniforme comunista, un cubano que emigró allí a trabajar en la fábrica y al que tan sólo le queda la compañía de su guitarra, un barco de turistas casi fantasmal que recorre las supuestas exóticas aguas del Danubio. Escenarios patéticos, ajados, casi post-apocalípticos. Todo ello envuelto con la nube de humo blanco que trata de exterminar a los mosquitos y a los recuerdos. Sin éxito.
Peli muy recomendable, sí señor.


Yago González


The mosquito problem and other stories se proyectará mañana, domingo 17, a las 17.00 en Civican.

No hay comentarios: