Crown y Tovarisch, I am not dead
Ya que en esto del cine se habla tanto del pacto de lectura, empezaré sellando el mío propio para con los lectores. Un servidor, neófito en la crítica festivalera, bullía anteayer de excitación con el anzuelo del nuevo Indy que se acerca a nuestras pantallas. Dice uno esto para disculpar la ineptitud, ininteligibilidad y cretinismo que en los próximos días hará fehaciente a la hora de valorar documentales de distinto pelaje. Háganse cargo. Como hijo de mi generación, fui criado por la Mtv y Los Goonies y, tal y como su nombre indica, el Festival Punto de Vista exige reestrenar la mirada, sacudirse los prejuicios y entregarse a la curiosidad y la contemplación. Pero acepto el reto. Intentaré, dentro de lo posible, saber valorar lo que las películas quieran ofrecerme y resistir la tentación de consultar el reloj en la sala oscura.
Mi bautismo de fuego tiene lugar frente a Crown (2007), un cortometraje ruso de 16 minutos realizado por Vyacheslav Prokopenko. La peli, de corte ensayístico, viene a reflexionar sobre la Condición Humana. Así, a pelo. El encadenado de secuencias, a priori inconexas, hablan sobre el viaje de una vida en el océano del mundo. Nacer, crecer, someterse, morir y renacer. Crown muestra a niños durmiendo, a niños convirtiéndose en soldados, a hombres muriendo y a hombres hechos carne de mesa de forense. Algunas escenas, si bien crípticas, conseguir perturbar con sus agresivos claroscuros, sus saturadas texturas y sus drones lynchianos. El resultado es una obra bizarra, experimental, que se pretende angustiosa y existencialista pero se queda en paja mental para el común de los mortales.
No obstante, el peaje ruso bien merece la pena. La cinta que le sigue, Tovarisch, I am not dead (2007), es un documental biográfico de 85 minutos sobre la memoria recuperada y el retorno a los puntos negros de la existencia. Garri Urban, judío ucraniano y víctima de los campos de concentración nazis y soviéticos, regresa en 1992 a Moscú, donde fue brutalmente torturado por la KGB. Su hijo Stuart, aficionado al cine desde crío, recoge el viaje en una especie de vídeo-diario. Garri ríe, llora, discute con su hijo cineasta, perdona (que no olvida) a sus verdugos, se reencuentra con un viejo amor y, en una de las escenas más emotivas del film, retorna al hogar de su madre. Tovarisch es a la vez una película doméstica, una historia familiar, un documento histórico, un trabajo de investigación y un perfil de Garri Urban que transmite con sobriedad y elegancia su carismática personalidad. El ritmo es ágil, el montaje, certero y la narración, fluida. Imprescindible para todos aquellos interesados en la historia reciente de Europa. Y en las sombras de los seres queridos. Y en la nostalgia. Y en el buen cine.
Yago González
Crown y Tovarisch, I am not dead se proyectarán mañana, sábado 16, a las 19.30 en el Civican.
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