jueves, 21 de febrero de 2008

Maestro OLMI

¿Nos despedimos de Olmi? Es lo que tiene ocupar una retrospectiva, damos por hecho que gran parte del camino está recorrido. El festival pone a nuestros pies las grandes obras del muy considerado director. Esta semana he tenido Olmi para rato. Desde la primera hasta la última de sus películas, pasando por la más grande. Hablo de Il tempo si è fermato, El árbol de los zuecos y Centochiodi: primera, grande, última.



Il tempo si è fermato. Sólo con esto ya es posible venerar al primerizo. ¡Qué bueno! Son 90 minutos de ternura desbordante. Creo que no es posible estar más inspirado, cada plano es más ingenioso que el siguiente, y cada situación también. Sorprende que los actores sean en realidad los guardianes de la presa, y sorprende que Olmi estuviera ahí con ellos, pero aún más que el tiempo se aprovechara de esa forma. El tiempo, protagonista, juega en favor de aquel que le dedica una pieza así, y le corresponde con creces; el tiempo también se detiene para nosotros, pero con una sonrisa perpetua.



El árbol de los zuecos. Son tres horas de película, pero las merece. Esta obra ya ha sido suficientemente reconocida, Adriano Aprá la ha mencionado entre las grandes obras de la historia del cine. Puede ser, porque el cine consigue en estas horas su máximo potencial narrativo, y eso me conmueve. Risas desperdigadas, y, otra vez, sonrisas por doquier.



Centochiodi. De las tres, la menos intensa. El reto, trasladar la vida de Cristo al 2003. Hacerlo sin levantar revuelo y plausible es un mérito inalienable. Pero, no sé si está a la altura de las otras dos. Otra vez, como no, Ermanno Olmi deja hablar al resto más que a él mismo. La naturaleza se hace con los márgenes y, mientras, él parece ocultarse como quien vive y deja vivir. Vale, es cierto que no lo es, pero lo parece, y su fingida ausencia nos permite concentrarnos más en lo que pensamos que vemos por accidente o azar, y con ello, más sensibilidad, más complicidad, empatía y como no, simpatía.



Se acabó por esta vez. Un placer.



Beatriz Herzog.

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