Chopin, Molière, Jim Morrison, Apollinaire, Marcel Proust, Maria Callas, Sarah Bernhardt, Ingres, Modigliani, Balzac, Stéphane Grappelli , Georges Méliès, Bizet, Édith Piaf, Oscar Wilde...
¿Quién hubiera imaginado que todos ellos podrían reunirse en un mismo espacio? París, distrito XX. Cementerio de Père-Lachaise. En Forever, Heddy Honigmann se adentra en este cementerio parisino con la mirada puesta en la vida que gira alrededor de las tumbas, sean célebres o no.
Allí, un taxista y cantante iraní visita la tumba del poeta persa Sadegh Hedayat y un dibujante de viñetas sobre En busca del tiempo perdido lleva flores a la tumba de Marcel Proust. Mientras tanto, un hombre que desde niño paseaba por el cementerio con su abuelo, guía a un grupo de turistas que recorren las tumbas más célebres. Una mujer armenia conversa cada día con su padre enterrado. A la vez, una joven pianista japonesa deja una flor donde descansa Chopin, y una española exiliada en París cuida la tumba de su marido, vecino de Jim Morrison.
Una mujer se dedica a regar las flores de Apollinaire, Proust y Modigliani con la misma dedicación de las ancianas que se sientan al sol tras limpiar las tumbas de sus familiares. En Père-Lachaise descansar en paz se vuelve relativo. Allí se escuchan conversaciones con lápidas y flores, explicaciones de guías turísticos y disparos de cámaras fotográficas.
Los visitantes presencian la eternidad conseguida a través del arte, concentrada en un espacio que todos quieren tocar. Las tumbas como poemas de piedra de donde se desprenden las partículas esenciales del arte y la vida.
¿Quién hubiera imaginado que todos ellos podrían reunirse en un mismo espacio? París, distrito XX. Cementerio de Père-Lachaise. En Forever, Heddy Honigmann se adentra en este cementerio parisino con la mirada puesta en la vida que gira alrededor de las tumbas, sean célebres o no.
Allí, un taxista y cantante iraní visita la tumba del poeta persa Sadegh Hedayat y un dibujante de viñetas sobre En busca del tiempo perdido lleva flores a la tumba de Marcel Proust. Mientras tanto, un hombre que desde niño paseaba por el cementerio con su abuelo, guía a un grupo de turistas que recorren las tumbas más célebres. Una mujer armenia conversa cada día con su padre enterrado. A la vez, una joven pianista japonesa deja una flor donde descansa Chopin, y una española exiliada en París cuida la tumba de su marido, vecino de Jim Morrison.
Una mujer se dedica a regar las flores de Apollinaire, Proust y Modigliani con la misma dedicación de las ancianas que se sientan al sol tras limpiar las tumbas de sus familiares. En Père-Lachaise descansar en paz se vuelve relativo. Allí se escuchan conversaciones con lápidas y flores, explicaciones de guías turísticos y disparos de cámaras fotográficas.
Los visitantes presencian la eternidad conseguida a través del arte, concentrada en un espacio que todos quieren tocar. Las tumbas como poemas de piedra de donde se desprenden las partículas esenciales del arte y la vida.
-Ana-
No hay comentarios:
Publicar un comentario