¿Cuántos padres hay que, cámara de visión nocturna en ristre, se dediquen a filmar a sus hijos en mitad de la noche? Pues resulta que Marco De Stefanis decidió que le parecía buena idea: grabó la cara gris verdosa y los ojos de aye-aye de su hijo, y es que el pequeño Davide no podía dormir ni por asomo: los monstruos no hacían más que mirarlo.
Se llega a sentir un poco de lástima por Davide. Por lo del continuo fogonazo de luz y todo eso. A veces no acierta a abrir bien los ojos, pero cuando los fija hacia la cámara parece uno de los siniestros niños del maíz. No obstante, uno enseguida se encariña de un crío que realmente no quiere dormir; casi parece cómplice de la ocurrencia de su padre.
En su habitación, un Sweet monster astuto que, seguro, salió corriendo cuando vio a De Stefanis armado con la cámara.
Texto: F.
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