Ayer terminó "Conocer a David Perlov", uno de esos mini-ciclos, proyecciones especiales, que este año ha programado Punto de Vista. A juzgar por la asistencia , buena parte del público ha optado por las otras secciones; ojalá hubiese conocido antes Diario para decirle a la gente que iba a perderse una oportunidad única. Cuando esta tarde lleguen las 20:00, 20:15, 20:30, seré una huérfana de Perlov. Sólo me queda esperar que se cumpla la petición a Yael de que el año que viene lleguen a Pamplona En Jerusalén y My stills.
"Conocer a David Perlov", y así ha sido. Después de las proyecciones me he encontrado hablando con la gente sobre Mira y Naomi, Jean-Marc y Julio (su madre y su hija, su yerno y su amigo). Conforme pasaban los minutos, reconocía a Naomi y Yael, su rostro se convertía en un terreno transitado al que tenía sentido regresar para reencontrarse y para seguir avanzando. Y después están el resto de las caras: la incomodidad, la tensión, la naturalidad, la actuación. La cámara de Perlov echa por tierra cualquier posible artificio y desnuda a quien desfila delante de ella.
La mirada editada de Perlov crea un mundo con sentido en sí mismo a base de elegir qué atrapar y de atrapar lo que le elige. La inmediatez golpea de la misma manera en que a él le golpea la realidad, y de tu ojo al ojo de Perlov no hay más que tiempo.
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