Diario de vuelo cósmico: entre Kazajistán y Uzbekistán, el Mar de Aral. “¿Por qué abandonaron la nave Tierra?”.
Un tercio de pantalla. Blanco y negro. Blanco. Imagen quemada y saturada. Si no supiéramos que la película está hecha por el belga Xavier Christiaens en 2006, bien podríamos pensar que nos enfrentamos a una película rusa de los años 20. Pero no.
Próximo aterrizaje: mundos destruidos. El Mar de Aral se evapora. Queda un paisaje ensordecedor de nieve. Y un bloque de cuarcita: tres metros, 50 centímetros. Se desconoce su significado.
El frío se vuelve orgánico y las fronteras entre lo experimental y documental se caen a pedazos. “Pasada una frontera, emerge otra”.
El frío se vuelve orgánico y las fronteras entre lo experimental y documental se caen a pedazos. “Pasada una frontera, emerge otra”.
En los oídos retumba la obsesión de un mantra metálico invertido. “En un tubo flota un grito que nadie admitirá”.
Se vuelve difícil descifrar las figuras de las caras. Y, por fin, color. Giros de 360 grados. Luz, oscuridad, luz.
Al final, una Camella blanca. Y un tenedor.
“Cuando abras los ojos, ya no será de día”.
“Cuando abras los ojos, ya no sabrás lo que has sido”.
Se vuelve difícil descifrar las figuras de las caras. Y, por fin, color. Giros de 360 grados. Luz, oscuridad, luz.
Al final, una Camella blanca. Y un tenedor.
“Cuando abras los ojos, ya no será de día”.
“Cuando abras los ojos, ya no sabrás lo que has sido”.
-Ana-
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